martes, 29 de junio de 2010

La clase política



Hoy, con la resaca de la sentencia del TC, a uno le da por pensar.

Este día de Junio me pregunto por qué un dirigente socialista, para protestar contra una sentencia que ampara el 95% del Estatuto catalán, convoca una manifestación con el lema "Nosotros decidimos, somos una nación". Me pregunto también por qué sus compañeros de partido en Madrid, con una sonrisa de oreja a oreja (veáse la Sra. de la Vega), se muestran encantados con una sentencia que, aunque lo somete a interpretacíón, deja en el articulado del Estatuto la expresión "símbolos nacionales" (y es que en las leyes lo que aparece es el texto legal, las interpretaciones cambian con el tiempo).

Otra duda que tengo es por qué un tipo como el señor Benach habla de "crisis de Estado", cuando lo sucedido afecta a unos cuantos artículos del Estatuto de una de las diecisiete CCAA españolas. Siguiendo en esa dirección nordeste, hay otros políticos (Mas- Durán i LLeida) que han hablado de la necesidad de refundar la relación España- Cataluña: ¿es que estos políticos no saben que para que exista una relación hacen falta dos partes? ¿y es que éstos políticos no se acuerdan de que Cataluña y España no son dos entes diferenciados? Puede haber un pacto Gobierno- Generalitat, pues son dos entes, dos administraciones, pero nunca podrá haber un pacto España- Cataluña (en virtud de la indisolubilidad de la nación española, Cataluña va dentro del pack llamado España).

Pero quizá la duda más grande que me asalta es por qué no creamos un nuevo delito: "la prevaricación política". Durante la tramitación del Estatuto, numerosos políticos, de varios colores, votaron a favor de la aprobación de algunos preceptos que cualquier estudiante de 1º de Dcho. reconocía como inconstitucionales. Y lo hicieron a sabiendas, en base a intereses electoralistas propios. Los muy astutos pensaron: "bueno, nosotros lo aprobamos, nos aseguramos el apoyo catalán en el Congreso y ya se encargará el TC de lo que tenga que hacer, no me importa que este tribunal este colapsado". Prevaricación política.

Ah, no podemos olvidarnos de lo mejor de todo. El TC, debido a politiqueos varios (añorada separación de poderes), sigue en estado de interinidad, esperando renovación. Vergonzoso.

Para poner punto y final, y dedicado a José Montilla, os pongo aquí el magnífico artículo de Ignacio Camacho aparecido en el ABC de hoy.

Fdo. S. Vaio, en desillusionerad spansk lag student.

IGNACIO CAMACHO
Día 28/06/2010

"GRAN parte de la nomenclatura dirigente de la nación carece de experiencia fuera de la política y no sabe lo que es cotizar por su cuenta a la Seguridad Social. El mismo presidente del Gobierno es un político profesional que apenas ha pasado un brevísimo tiempo como ayudante universitario. Más de la mitad de los miembros del Congreso son funcionarios en excedencia, y los que tienen un despacho, una consulta o una empresa están mal vistos bajo sospecha de conflicto de intereses. Cada vez hay más concejales, diputados provinciales o consejeros autonómicos que han transcurrido toda su vida laboral en un cargo público; en algún caso han pasado directamente del fracaso académico al coche oficial. No iba tan descaminado Boyer cuando apuntaba a la progresiva descapitalización intelectual de nuestra dirigencia; le sobró soberbia al hablar de «analfabetos» pero su diagnóstico es certero en lo que se refiere a la creciente mediocridad de una casta sumida en un preocupante proceso de endogamia.
La dictadura de los aparatos de partido ha propiciado un biotipo de político que empieza muy joven en la militancia orgánica y encuentra en ella un modo de subsistencia desclasada. La gente que gobierna y hace las leyes no sólo tiene pocos estudios, sino que ha vivido experiencias profesionales muy limitadas. No es tanto una cuestión de que se gane poco en los puestos de responsabilidad, como apuntaba el arrogante ex ministro gonzalista, sino de que la selección de cargos excluye méritos objetivos y se basa en el principio de obediencia. El procedimiento más eficaz para hacer carrera política en España consiste en no apartarse de la senda partidista; empiezas pegando carteles y si te muestras leal y disponible ante el «aparatchik» de turno pronto estarás en una lista municipal o te nombrarán asesor en nómina. Los candidatos no responden ante los electores sino ante el secretario general, y no necesitan más currículum que el de la disciplina interna. Así puede suceder que de los 350
parlamentarios que discuten la reforma laboral sólo haya ¡dos! trabajadores por cuenta ajena, a los que el escaño salva de la amenaza de un despido barato. Ese patente divorcio con la realidad explica la creciente desafección de los ciudadanos respecto a la función política, convertida en una vía para huir de los riesgos de la competitividad y el esfuerzo.
En los mejores tiempos de Roma, los senadores dejaban el arado para ponerse la toga y volvían a empuñarlo tras abandonar la magistratura; ese trayecto de ida y vuelta reforzaba los vínculos de servicio a la república. En la actualidad no hay modo de que encontrarle sentido a una representatividad ejercida por tipos incapaces de identificarse con un cuerpo social del que se han excluido para meterse en una burbuja.
"

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta el artículo (nunca pensé que diría eso de este tipo), pero se lo ha copiado a Leguina, que ya dijo todo eso hará cosa de un año. Aun así, visto que hoy por hoy la carrera política es una buena alternativa personal económicamente hablando para los que valen, tampoco me parece que tenga toda la razón. Tienes a tipos como Pepe Blanco que ni siquiera terminó su carrera, o Rubalcaba que ha sido político profesional siempre, y estos han demostrado el uno como jefe del partido y los dos como ministros que son perfectamente válidos (aunque mejor calladito en el caso de Pepiño) y tienen aptitudes para manejar el ministerio de Interior y estar destrozando a ETA y diezmando los accidentes de tráfico, o para ser jefe de organización de un partido político grande y llevarlo al poder, o para enfrentarse (y ganar) a un gremio de profesionales de los que paran el país cuando les sale de los cojones.

A mí tampoco me gustan los políticos profesionales, pero no lo veo ni tan blanco ni tan negro, y además me parece un tanto hipócrita decir que el principio de obediencia y lealtad como "abridor de puertas" sólo se aplica en los partidos políticos y nunca en la empresa privada, menos aún en España.

En cuanto a lo demás, me gusta la idea de la prevaricación política. Es totalmente inviable como delito, ya que cuando estos tipos deciden sus chorradillas y sus simbolitos nacionales están hablando en nombre de los electores, y condenarles por decisiones políticas votadas en referéndum o en Cortes es condenar a toda la sociedad. Pero es la puta verdad. Esa gente que gobierna en la no-nación catalana, han exaltado los más bajos sentimientos nacionalistas de "su" gente, se han saltado a la torera la constitución sabiendo perfectamente lo que hacían, sus compañeros de Madrid han hecho la vista gorda sabiendo perfectamente lo inconstitucional que era lo que hacían... y no pasa nada. Con un poco de suerte, en vez de nacionalistas de izquierdas ganarán los nacionalistas de derechas (que son iguales pero fuera de Cataluña parecen como más recataditos), y aquí ya no pasará nada.

País.

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