
Hoy, con la resaca de la sentencia del TC, a uno le da por pensar.
Este día de Junio me pregunto por qué un dirigente socialista, para protestar contra una sentencia que ampara el 95% del Estatuto catalán, convoca una manifestación con el lema "Nosotros decidimos, somos una nación". Me pregunto también por qué sus compañeros de partido en Madrid, con una sonrisa de oreja a oreja (veáse la Sra. de la Vega), se muestran encantados con una sentencia que, aunque lo somete a interpretacíón, deja en el articulado del Estatuto la expresión "símbolos nacionales" (y es que en las leyes lo que aparece es el texto legal, las interpretaciones cambian con el tiempo).
Otra duda que tengo es por qué un tipo como el señor Benach habla de "crisis de Estado", cuando lo sucedido afecta a unos cuantos artículos del Estatuto de una de las diecisiete CCAA españolas. Siguiendo en esa dirección nordeste, hay otros políticos (Mas- Durán i LLeida) que han hablado de la necesidad de refundar la relación España- Cataluña: ¿es que estos políticos no saben que para que exista una relación hacen falta dos partes? ¿y es que éstos políticos no se acuerdan de que Cataluña y España no son dos entes diferenciados? Puede haber un pacto Gobierno- Generalitat, pues son dos entes, dos administraciones, pero nunca podrá haber un pacto España- Cataluña (en virtud de la indisolubilidad de la nación española, Cataluña va dentro del pack llamado España).
Pero quizá la duda más grande que me asalta es por qué no creamos un nuevo delito: "la prevaricación política". Durante la tramitación del Estatuto, numerosos políticos, de varios colores, votaron a favor de la aprobación de algunos preceptos que cualquier estudiante de 1º de Dcho. reconocía como inconstitucionales. Y lo hicieron a sabiendas, en base a intereses electoralistas propios. Los muy astutos pensaron: "bueno, nosotros lo aprobamos, nos aseguramos el apoyo catalán en el Congreso y ya se encargará el TC de lo que tenga que hacer, no me importa que este tribunal este colapsado". Prevaricación política.
Ah, no podemos olvidarnos de lo mejor de todo. El TC, debido a politiqueos varios (añorada separación de poderes), sigue en estado de interinidad, esperando renovación. Vergonzoso.
Para poner punto y final, y dedicado a José Montilla, os pongo aquí el magnífico artículo de Ignacio Camacho aparecido en el ABC de hoy.
Fdo. S. Vaio, en desillusionerad spansk lag student.
IGNACIO CAMACHO
Día 28/06/2010
"GRAN parte de la nomenclatura dirigente de la nación carece de experiencia fuera de la política y no sabe lo que es cotizar por su cuenta a la Seguridad Social. El mismo presidente del Gobierno es un político profesional que apenas ha pasado un brevísimo tiempo como ayudante universitario. Más de la mitad de los miembros del Congreso son funcionarios en excedencia, y los que tienen un despacho, una consulta o una empresa están mal vistos bajo sospecha de conflicto de intereses. Cada vez hay más concejales, diputados provinciales o consejeros autonómicos que han transcurrido toda su vida laboral en un cargo público; en algún caso han pasado directamente del fracaso académico al coche oficial. No iba tan descaminado Boyer cuando apuntaba a la progresiva descapitalización intelectual de nuestra dirigencia; le sobró soberbia al hablar de «analfabetos» pero su diagnóstico es certero en lo que se refiere a la creciente mediocridad de una casta sumida en un preocupante proceso de endogamia.
La dictadura de los aparatos de partido ha propiciado un biotipo de político que empieza muy joven en la militancia orgánica y encuentra en ella un modo de subsistencia desclasada. La gente que gobierna y hace las leyes no sólo tiene pocos estudios, sino que ha vivido experiencias profesionales muy limitadas. No es tanto una cuestión de que se gane poco en los puestos de responsabilidad, como apuntaba el arrogante ex ministro gonzalista, sino de que la selección de cargos excluye méritos objetivos y se basa en el principio de obediencia. El procedimiento más eficaz para hacer carrera política en España consiste en no apartarse de la senda partidista; empiezas pegando carteles y si te muestras leal y disponible ante el «aparatchik» de turno pronto estarás en una lista municipal o te nombrarán asesor en nómina. Los candidatos no responden ante los electores sino ante el secretario general, y no necesitan más currículum que el de la disciplina interna. Así puede suceder que de los 350
parlamentarios que discuten la reforma laboral sólo haya ¡dos! trabajadores por cuenta ajena, a los que el escaño salva de la amenaza de un despido barato. Ese patente divorcio con la realidad explica la creciente desafección de los ciudadanos respecto a la función política, convertida en una vía para huir de los riesgos de la competitividad y el esfuerzo.
En los mejores tiempos de Roma, los senadores dejaban el arado para ponerse la toga y volvían a empuñarlo tras abandonar la magistratura; ese trayecto de ida y vuelta reforzaba los vínculos de servicio a la república. En la actualidad no hay modo de que encontrarle sentido a una representatividad ejercida por tipos incapaces de identificarse con un cuerpo social del que se han excluido para meterse en una burbuja."