domingo, 6 de febrero de 2011

Caminando



Me gusta pasear.


Pasear es, junto con correr y escribir entradas para este blog, una de las cosas que más me relaja, calma y distrae de tensiones, problemas y exámenes. Es, como las otras dos, una actividad individual, introspectiva y que ayuda a reflexionar y sacar conclusiones. ¿En que se diferencia pues de correr y escribir? Pasear conlleva un contacto con la calle, con el mundo, que no tiene publicar en el blog y, por otra parte, el correr es demasiado rápido, veloz, inmediato, como para reflexionar con la misma tranquilidad que cuando se camina.

Ayer por la tarde salí a dar una vuelta y no me decepcionó. No sólo ví borrachos aporreando puertas de conventos, punkies púberes de clase obrera dando limosna a dolientes ancianas de acera, vagabundos apurando un libro amarillo y viejo o exóticas putas que, aprovechando la buena temperatura, empezaban antes la jornada; también ví "parejas bien" envueltas en su propia hipocresía salir de misa, monjas de voz dulce repartiendo panfletos, maridos abstraídos de mujeres cotorras o policías rondando, buscando borrachos que aporreasen puertas de conventos. Incluso me tropecé, en cierta rua de todos conocida, con la ilusión personificada en quien, tras horas de aburrido estudio, ha encontrado en el supermercado un colacao 0,0.

Pero en cierto modo el paseo de ayer fue distinto.

No fue lo que ví, lo que escuché o lo que olí lo que me hizo reflexionar. Fue lo que sentí. Ayer me dí cuenta por fín de cual es esa sensación que viene asaltándome cada vez que piso la calle: puede que Zaragoza nos ofrezca Futuro, no lo sé, lo que seguro nos ofrece es...pasado.

Esta ciudad, sus calles, edificios, rincones, estatuas, bancos, bares, farolas, árboles, sólo nos impone, inevitablemente recuerdos. Pasear por Zaragoza es un continuo devenir de conversaciones terminadas, de besos dados (o peor, no dados), de palabras dichas, de gestos ahogados, de risas calladas y de promesas pasadas. Eso, en sí, no es malo. Lo malo es que, estos recuerdos, no suelen aportar nada bueno: los malos porque son malos, y los buenos...esos recuerdos han sido convertidos, merced al paso de los años, en melancólicas fotografías de un tiempo mejor que ya quedó atrás.

Es por ello amigos que, aun a riesgo de parecer forzado (como bien apreció cierto gambitero de vecindad civil común), en este "fin del comienzo" que representa 6º para nosotros, en este juvenil momento en que somos mucho en potencia y nada en acto, queda claro que hay que buscar otras calles, otras ciudades que, lejos de ofrecernos pasado, nos ofrezcan novedades, estímulos diferentes...Futuro.
Un Futuro que a veces puede estar representado en un bote de Colacao 0,0.





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